jueves, 18 de noviembre de 2010

Pánico en el bus

Ayer por la tarde cogí el autobús para ir a mi curso de Arte Norteamericano. Me senté en el primer asiento al lado de la puerta de entrada y puse en marcha mi ipod. De pronto oí a alguien que decía: "No me mires". En fin, como una película de terror en la que la protagonista sabe que no debe abrir la puerta y la abre, yo miré. En frente mío, apoyada en la cabina del conductor, había una mujer rubia con los ojos idos y una mochila sobre la cabeza (sí, sí, llevaba la mochila sobre la cabeza). Empezó a gritarme que no la mirara, que no le dijera nada, y de ahí pasó a los adjetivos calificativos que fueron todos menos bonita. Yo estaba alucinada e intentaba no mirarla. Iba mirando al frente y subiendo el volumen del ipod para intentar ignorarla. De pronto me suelta "¡Como te bajes ahora te rajo con una navaja que no me importa nada ir a Carabanchel, p***!" Y le dijo al conductor que le abriera la puerta en esa parada. Yo miré dónde estaba y pensé, menos mal, primero no es mi parada y segundo aún quedan otras tres así que esta chalada por mucho que corra no me pilla. Eso sí, un tembleque en el cuerpo...

Pero lo mejor de todo es que cuando la loca del autobús se baja, el conductor se gira y en vez de preguntar ¿estás bien? me pregunta: "¿tú le has dicho algo?". Le contesté que ni siquiera la estaba mirando cuando ha empezado su "numerito" y él añade "Hay que ver como está la gente". ¡Anda! ¿Y ya está? Todavía estoy esperando que el conductor le dijera a esa loca algo, o que me preguntara si estaba bien (porque mi cara era tan blanca como el papel) o que alguien en aquel autobús se hubiera acercado a ver si la mujer se asustaba y paraba. Pero nadie se movió, eso sí, cuando bajé tres paradas más tarde noté como todos los viajeros me miraban, es decir, que lo habían visto y oído todo y nadie, absolutamente nadie, movió un dedo. Cuando bajé del autobús corrí lo más rápido que puede hasta entrar en la Fundación Mapfre y una vez sentada empecé a respirar y a recobrar el color.

Nos quejamos de lo mal que va el mundo, pero ya no me extraña, si nadie es capaz de ayudar al de al lado y se dedica a mirar hacía otro sitio, ¿cómo queremos que las cosas mejoren?

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