miércoles, 16 de abril de 2014

No se puede ser más patosa

Este fin de semana estuve en Pamplona y casi casi consigo que nadie se de cuenta de lo patosa que soy, pero no existe la perfección. Cuando ya estaba en la estación para coger el tren de vuelta a Barcelona me relajé y como siempre fue un desastre. Todo empezó cuando me dijeron que mi tren salía por la vía 7 y yo sólo veía tres vías con andén delante mío. Y es que en Pamplona las vías está numeradas de la siguiente manera: vía 1, vía 3 ¿? y vía 7!!! Las vías 2, 4, 5 y 6 son como las de Harry Potter: invisibles. Ya en el andén adecuado, llegó el tren. Paró delante mío mi vagón así que estaba yo primera delante de la puerta esperando a que se abriera, pero no se abría. Un chico detrás mío me indicó amablemente que había que apretar ese botón verde que brillaba. ¡Ahhh! Claro, que empanada estoy, pensé. Subí al tren y al llegar a la entrada el vagón la puerta estaba cerrada y tampoco se abría. El mismo chico movió la mano desde atrás por encima mío para que la célula de movimiento notara que había alguien y así se abrió. Le di las gracias y pensé "parece mentira, ni que fuera la primera vez que vas en tren". El viaje lo tuve tranquilo. No le di más trabajo al pobre chico. Por fin anunciaron que ya llegábamos a Barcelona. Me levanté, me puse la chaqueta, cogí mi maleta y me fui a la plataforma. Me apoyé en lo que creía era una de las paredes pero no lo era, resultó ser la puerta del baño que se abrió de pronto y me fui hacia atrás encima del que salía, que como no podía ser de otra manera, era el pobre angelito que me había tenido que ir abriendo las puertas y ahora tenía que evitar que me cayera encima suyo. El resto de los pasajeros que estaban con nosotros en la plataforma soltaron una carcajada. Encima dando el espectáculo. ¿Es que siempre me tienen que pasar a mi estas cosas?

miércoles, 9 de abril de 2014

Despedidas de solteras.

Será que no he ido veces, pero sigue sorprendiéndome la capacidad y las ganas que se tiene de salir en el Sur. Sólo os diré que los bares de copas abren a las 16.30 de la tarde y se llenan como si fuera la 1 de la madrugada. Así no hay quien pare. Que si comida, copita, copita, conciertazo de piano, cena y bar flamenquito hasta las tantas, así transcurrieron mis horas en Sevilla. A todo esto, Sevilla parecía una convención de despedidas de solteros. Ya en el tren, se subieron en Zaragoza, unos veintitantos chicos entre los que había dos disfrazados de joteros. Sí, sí, subieron ya así en el tren. Algún día tengo que hacer un resumen del personal que viaja en los trenes en España, porque es para escribir un libro. Pero a lo que iba, la ciudad estaba tomada por grupos de amigas (había más despedidas de solteras que de solteros) que iban todas iguales excepto la homenajeada, en la que habían querido volcar toda su mala idea y la habían vestido lo más fea y ridícula posible. Y entonces me acordé, que en algún momento, yo también había formado parte en esta cruel tradición y pensé, esta es otra razón para no casarme, tengo a demasiadas amigas esperando para vengarse.