miércoles, 29 de octubre de 2014

Maletas.

Últimamente no paro de hacer y deshacer maletas. Me estoy convirtiendo en una profesional. El tetris ya no tiene ningún misterio para mí. Voy con una maleta del tamaño adecuado para no tener que facturar, es decir, mini. ¡Y consigo que me quepa todo lo necesario! Soy un crack. Y ahora que tengo dominado eso, este fin de semana me voy a París y facturaré maleta. ¿Y qué pasa cuando le dices a una mujer que puede llevar una maleta más grande? Exacto: la llena hasta arriba. Podría viajar con la pequeña, pero ya que facturo... así que en vez de meter los zapatos de tacón que van con todo, meto tres pares que va cada uno con su conjunto. En vez de meter un pantalón negro y un vaquero, meto el pantalón, el vaquero, tres faldas y un vestido. Y así suma y sigue. Menos mal que las compañías aéreas ponen un límite de peso porque aunque en París en noviembre haga frío y ni siquiera esté en la costa, soy capaz de poner hasta la toalla de la playa. Por si acaso.

martes, 21 de octubre de 2014

¿Exigente?

El sábado en una fiesta, estupenda por cierto, los maridos de tres amigas mías me cogieron por banda y me preguntaron por mi vida sentimental. Les dije que ahora mismo no había nadie a la vista. Me contestaron que eso era porque yo soy muy exigente. Me entró la risa. ¿Exigente? ¿En serio? Vamos a recordar los mínimos que pido: buena persona, que me quiera, trabajador y con buen carácter. Y que conste que van por ese orden. No soporto las que dicen que solo quieren que las quieran; eso es o mentira cochina o te equivocas y mucho. Una buena persona no te hará sufrir. En cambio, una que no lo es, aunque te quiera con locura, te va a dar una mala vida que yo sinceramente prefiero perdérmela. Que me quiera es obvio. Trabajador porque quien lo es significa que tiene un puntillo ambicioso que es bueno para triunfar en la vida, pero no exagerado, porque como ya he dicho que lo primero es que sea buena persona, lo ganará trabajando y no a base de zancadillas. Y finalmente buen carácter, porque son personas que ante las dificultades no te montan una escena, son capaces de reírse cuando meto la pata y saben animarte cuando las cosas van mal. No necesito más. Y ahora decirme: ¿de verdad estoy pidiendo demasiado? ¡Venga ya!

miércoles, 8 de octubre de 2014

Marketing

Últimamente me he fijado que las cremas hacen campañas de marketing de lo menos apetecible. Por ejemplo la que dice que tiene baba de caracol. Pero vamos a ver ¿qué mujer se quiere poner baba de caracol en la cara? ¡Puagh! Eso sin ir más allá porque entonces ya flipas. Digamos que la baba de caracol es buenísima, el descubrimiento de la eterna juventud, el elixir antiarrugas, etc. Bien, para hacer un potecito de crema de baba de caracol, ¿cuántos caracoles necesitan? ¿Y de dónde los sacan? ¿Van al bosque después de una tarde de lluvia o tiene un criadero? Vaya, que además de parecerme bastante desagradable untarme la cara con baba de caracol, encima ni siquiera sé si es verdad que la tiene. 
Pero aún hay una crema más lograda todavía: la de veneno de abeja. Según la Real Academia Española veneno es: sustancia que, incorporada a un ser vivo en pequeñas cantidades, es capaz de producir graves alteraciones funcionales, e incluso la muerte. Genial ¿eh? Pues anuncian la crema como si el veneno de abeja fuera algo maravilloso. Seguro que han hecho los tests pertinentes y no tiene ningún peligro el untarse la cara con veneno de abeja, pero ¿de verdad es necesario llamara así? Con otro nombre, seguramente ni me hubiera enterado que tiene semejante sustancia y puede que la hubiera comprado y todo, pero teniendo nombre de arma letal en vez de crema, pues como que me da un poco de cosa ponérmela. 
Yo voy a seguir con mis cremas de toda la vida que puede que tengan cosas peores pero no me da repelús solo tocar el pote.

jueves, 2 de octubre de 2014

Nostalgia

Lo sé, hace siglos que estoy callada, pero llegó el verano y en ese momento mi cerebro estaba ocupadísimo en no hacer nada. Después vino la vuelta a la realidad, y en ese momento mi cerebro ha estado adaptándose a la actividad y eso conlleva un proceso duro y doloroso. Finalmente, una vez en pleno funcionamiento, ya estoy aquí. ¿Y qué tal el verano? A esta pregunta le queda un telediario. Ya nadie se acuerda de que ha hecho el mes de agosto. Y si se acuerda le entran ganas de llorar por la nostalgia. Esa playita, esos mojitos, los paseos en bici, las tardes leyendo un libro que exija poca concentración mental acompañada de una copa de vino... ¡Ay! Perdonad que estoy con la lágrima. Necesito un pañuelo. Vuelvo otro día.