miércoles, 27 de noviembre de 2013

Llama a los bomberos

La semana pasada, una noche, cuando ya me iba a dormir, al bajar la persiana de mi habitación se oyó un "catacrac" y de pronto vi que la persiana colgaba por un lado. Se había roto. Le envié un sms al administrador de la finca avisándole y pidiéndole que enviara a alguien al día siguiente. Me metí en la cama dispuesta a dormirme, pero no podía. No dejaba de mirar esa persiana torcida, aguantada sólo por un lado y pensaba ¿y si se cae? ¿y si se cae encima de alguien? Nerviosa, sin saber qué hacer, decidí hacer lo que hacemos todos cuando no tenemos ni idea por donde tirar: llamé a mi madre. "Tranquila, deja que piense y te digo algo" contestó. Tranquila, lo que se dice tranquila, yo no lo estaba para nada. Me puse a buscar en internet persianistas y encontré uno de 24 horas, así que llamé y me dijeron que vendrían en 40 minutos. Contenta con haber resuelto más o menos el problema llamé a mi madre orgullosa para decirle que ya tenía una solución. Ella también tenía una. Había llamado a los bomberos. Le pedí que lo anulara, pero le contestaron que estaban a un minuto de mi casa. Y llegaron, vaya si llegaron. Paró en frente de casa un camión de bomberos y al abrir la puerta veo que empiezan a bajar 1, 2, 3... ¡hasta 7! ¡Por una persiana! Menudo espectáculo para mis vecinos. A casa subieron sólo tres, miraron la persiana y por precaución decidieron arrancarla del todo. En diez minutos problema solucionado. Al rato llegó mi madre, no quería que estuviera sola cuando llegara un persianista al que no conocía absolutamente de nada, cosa que agradecí ya que últimamente me he vuelto bastante paranoica con los extraños. Fue una noche movidita y además aun sigo sin persiana, eso sí, será un tópico pero ¡qué guapos son los bomberos!

martes, 19 de noviembre de 2013

Navidad

Ayer caí en la cuenta de que la Navidad ya está aquí. No porque las luces ya están puestas en las calles aunque no encendidas, ni porque las tiendas están adornadas o porque no paran de anunciar juguetes. Fue porque pensaba en mis planes de los próximos fines de semana; este tengo una cata el domingo, el siguiente estoy fuera, el siguiente también, el otro... también y ¡bang! Navidad. ¿Cómo puede ser? El otro día dije en la oficina que cuánto más rápido nos parece que el tiempo pasa, más viejas somos, así que hoy me siento como si tuviera 150 años en cada pierna. ¡Pero si hace nada estaba haciendo cajas y mudándome! ¿Qué ha pasado? Pues han pasado 6 meses, medio año, así, sin comerlo ni beberlo. Y lo peor de todo es que antes de que vuelva a pensar en esto estaremos en verano. ¡Ayssss!

lunes, 11 de noviembre de 2013

La curiosidad mató al gato

El sábado salí con dos amigas a cenar y a tomar una copa. A eso de las 3 de la mañana decidimos retirarnos y cogimos un taxi para que fuera parando en los distintos destinos. Ya dentro del coche el taxista apaga la radio y comenta que no nos va a poner lo que estaba escuchando. ¿Por qué? Preguntamos. Porque no, no nos veía preparadas para ello. ¡Ala! ¿Cómo puede decir eso a tres mujeres? La reacción lógica no tardó en llegar: venga, póngalo, que tampoco puede ser para tanto, etc. El hombre claudica y muy serio, antes de poner la radio nos pregunta: ¿creéis en los extraterrestres? A mí se me escapa una carcajada sin ningún tipo de disimulo, pero cual es mi sorpresa que la reacción de una de mis amigas es decir: "y tanto que creo" totalmente en serio. Y entonces empiezan a hablar de conspiraciones alienígenas de seres de otros planetas que están en la tierra de tapadillo con total conocimiento por parte de la NASA. Yo miraba a mi amiga flipada, no creyendo lo que oía, y además pensaba, esto me pasa por cotilla mientras lloraba de risa ya que la última margarita impedía que pudiera disimular lo más mínimo. Adivináis a quien dejó primero el taxista ¿no?