jueves, 28 de julio de 2011

Bye, bye New York

Esto ya se acaba. Hoy la comida de despedida del curso y la última clase. Mañana camino al aeropuerto y vuelta a España. Pero hasta el último día he tenido maravillosas sorpresas. Esta mañana he ido a una floristería a encargar una orquídea, y el dueño me ha regalado una rosa. ¿No es genial? Así que he llegado al instituto con una lasrguísima rosa roja ( como siempre pasando desapercibida. ¡Qué desastre!) Pero esto es Nueva York.
Así que esa será mi última entrada desde la ciudad que nunca duerme. Ahora tengo cena con una amiga como despedida. Y mañana tengo que pelearme con mi maleta, con el taxista, con el de facturación y con el de pasaportes, eso sí en el aeropuerto gran sonrisa al personal de Delta a ver si me hacen un upgrading. Lo dudo, pero la esperanza es lo último que se pierde, o como dice una amiga mía, si lo crees firmemente y es lo que quieres, seguro que lo consigues. ¡Ay! Como si fuera así de fácil.
Voy a echar de menos la ciudad, con su ruido y su caos pero a la vez ordenado sistema de vida. Echaré de menos mis paseos y aunque me cueste reconocerlo, el autobús, que conozco tan bien. Pero sobre todo echaré de menos a las personas que he conocido en esta ciudad, desde mis compañeros de clase hasta la chinita que me cedió su paraguas. Dicen que Nueva York es agresiva, y puede ser en cierto sentido, pero también es amable y te dedican los más increíbles detalles cuando menos te lo esperas.
Creo que para mí, Nueva York no será la ciudad que nunca duerme sino la ciudad de las sorpresas, porque he tenido muchas y todas muy, muy agradables.

miércoles, 27 de julio de 2011

Entrenamiento

Cuando llegas al aeropuertomde NY, mientras haces la larguísima cola para pasar el control de pasaportes, deberían darte varias clases. A parte de que así la espera sería menos pesada, creo que ayudaría mucho al turista.
Uno de los entrenamientos esenciales es como coger un taxi en esta ciudad. El primer día que tuve que enfrentarme a la busca y captura del taxi me costó 40 minutos lo que hizo, evidentemente, que llegara tarde a cenar. El europeo tiene la costumbre de que si en una esquina no pasan taxis, te mueves a otro punto que crees más factible. No hagaís nunca eso en NY, no te lleva a ninguna parte, sólo te paseas por la ciudad y si encima llevas tacones como era mi caso, es una pesadilla. Otra costumbre nuestra es esperar a ver un taxi libre para levantar la mano y pararlo. ¡No, no, no! Tampoco es buena idea. Tienes que tener el brazo siempre levantado para que el que está libre, (lleve la luz o no, porque no siempre la llevan para poder coger a quien les da la gana) te vea y se pare. Además tienes que vigilar a los de a tu alrededor, porque si te descuidas te quitarán tu taxi sin miramientos aunque tu estuvieras ahí mucho antes que ellos. Ahora me he cnvertido en una experta y ya no hay taxi que se me escape.
Otro entrenamiento es caminar por las calles. Parece una tonteria pero no lo es. Los primeros días me parecía que iba chocando con todo el mundo hasta que una compañera de clase neoyorquina me explicó el truco. Tienes que andar por la derecha, como en las escaleras mecánicas. La gente siempre va por ese lado lo que crea dos carriles humanos en las aceras y evita el ir esquivando a la gente e ir haciendo eses como si te hubieras bebido todo el alcohol de Manhattan.
Finalmente, el cruce de calles. Yo respetaba los semáforos, y me paraba cuando empezaba a parpadear el rojo avisando que se iba a poner verde para los coches. Pues tampoco. Tu cruzas y punto. Hay que vigilar que no vengan coches, esté el semáforo en verde o en rojo porque si no vienen coches, aunque esté en rojo, la gente que tengas detrás te empujará para que cruces porque ellos no paran. Lo cierto es que en esta ciudad NADIE para y creo que es lo que más me gusta de ella.

miércoles, 20 de julio de 2011

¿Chinatown o Little Italy?

El domingo por la mañana decidí visitar Chinatown y Little Italy. Ni corta ni perezosa, cogí mi máquina de fotos después de haber comprobado 7 veces que tenía que cogel la línea D del metro y bajarme en Grand St, y salí de casa. Llegué a la parada de metro y cuando bajé al andén me encontré con un papel que decía que ese fin de semana la línea D no hacía su recorrido completo. Podéis adivinar a donde no llegaba ¿Verdad? Efectivamente, a Grand St, tenías que bajar en Lafayette y ahí coger el autobús lanzadera que habían organizado. ¡No sé puede ser más gafe!
Después del periplo por fin llegué a Chinatown donde hasta Mcdonalds tiene los carteles en chino. Paseé por la calle oyendo "guan zou chan" y cosas parecidas hasta que llego al siguiente cruce y oigo "bella signorina". ¡Uy! ¡Qué cambio! En el siguiente cruce, de nuevo el mundo oriental y así es en un radio de 6 manzanas. Es para locos o esquizofrénicos, pasas del olor a frito chino al olor a pizza con una rapidez que tus sentidos no pueden asimilar.
Cuando lo di por visto volví a la parada del autobús lanzadera. Hacía muchísimo calor y no había ni una sombra. Mientras esperaba me di cuenta que era la única occidental entre una veintena de chinos. La señora que tenía al lado, pequeñíta y con cara tierna, llevaba un paraguas a modo de sombrilla y me ofreció compartirla. Yo le dije que no, que muchas gracias, en chino y casi se le saltan las lágrimas. ¡Qué mona! Entonces me soltó una parrafada de la que no entendí absolutamente nada y le tuve que explicar que sólo llevaba un año estudiando chino y que mi nivel era "conversación infantil". Se rió y habló con su marido, que estaba al lado, sobre mí. No tengo ni idea de lo que dijo pero el marido me miró y me sonrió asintiendo con la cabeza. He de reconocer que en esta ciudad la gente es muy, muy amable, en general, claro, siempre hay excepciones.

martes, 19 de julio de 2011

Empire State

Después de mi frustrado intento de ir a la Hispanic Society, decidí aquella tarde coger la cámara de fotos y subir al Empire State para hacer algunas de la ciudad desde arriba. El edificio está al lado así que me acerqué y viendo que no había cola, entré. Era un engaño. ¡Claro que hay cola! No muy larga pero la sufuciente para que desde que entré hasta que llegué a arriba pasó una hora. Primero haces la cola para entrar, luego la cola para seguridad, luego la cola para comprar el ticket, otra cola en la que te hacen una foto con el Empire State de fondo (yo me salté ese momento y no dejé que me fotografiaran) y luego dos colas más para los ascensores. Y todo eso por el módico precio de $22, y no son $15 más porque pensé que hacer las fotos desde el piso 86 o el 102, a esas alturas, ya no había grandes diferencias y me negaba a hacer una sola cola más.
Eso sí, las vistas son espectaculres, y he de reconocer que valió la pena subir para ver toooooodo Manhattan en un momento. Mis fotos no van a ganar ningún premio, no creo que haya hecho ninguna diferente al resto de miles de turistas que suben ahí todos los días, pero son mis fotos, y me gusta tenerlas.

lunes, 18 de julio de 2011

Perdida en Harlem

Sólo a mí se me ocurre perderme en Harlem. El viernes, después de una conferencia me fui muy decidida a la Hispanic Society. Había mirado antes como tenía que llegar hasta ahí: muy fácil, coger el autobús M3 y andar una manzana y media cuando llegara a mi destino. Ni corta ni perezosa cogí el autobús en Madison. A medida que íbamos subiendo el público del bus iba cambiando de color, cada vez más oscurito. Totalmente convencida me bajé en la 125 y cual es mi sorpresa que no veo nada parecido a lo que había visto en el mapa antes de salir. En teoría tenía que pasar por unos jardines o algo parecido pero a mi alrededor todo eran edificios a cual más gris. Di un par de vueltas por las calles de alrededor y noté que yo era como un semáforo en un desierto y que la gente me miraba preguntándose que demonios hacía ahí. Cuando me di cuenta que estaba totalmente perdida y vi donde, decidí dejar la visita para otro día y volver a casa. Al descubrir que en Harlem no hay taxis, ni libres ni opcupados, y que estaba totalmente perdida en una zona que no es famosa por su seguridad, hubiera dado mi brazo por encontrar un taxista loco de los que tanto me quejo luego. Finalmente descubrí una parada de bus (había dado tantas vueltas que ya no sabía donde estaba en la que me había bajado). Consulté donde iban, y aunque me dejaba un poco lejos, me subí al primer autobús que me llevara a terreno conquistado. Cuando horas después llegué a casa, lo primero que hice fue mirar la dirección, efectivamente no era la 125 sino la 155. ¡Aaaaaargh! Asi que como hoy está cerrado, lo volveré a intentar mañana, espero que con más éxito.

viernes, 15 de julio de 2011

Graciosísima

Tengo un compañero de clase que me mira como si yo fuera un chiste andante. Siempre me dedica una media sonrisa con la espresión en la cara de "que graciosa eres". Y a mí me dan ganas de decirle que no lo soy tanto y que cuando muerdo, enveneno, pero en vez de eso me hago la loca, como si no me hubiera dado ni cuenta. Hoy mismo, mientras una china intentaba convencerme que el mandarín es muy fácil y yo le decía que en un año sólo he aprendido 180 caracteres de los 10.000 que existen, ha vuelto a poner esa cara. ¿Eso es gracioso? Hablar sobre la dificultad de un idioma ¿es divertido? Es canadiense asi que, una de dos; o está como una cabra (conociendo mi particular habilidad para rodearme de chalados tiene muchos puntos de ser eso) o el humor canadiense es muy, muy "rarito" (con todo el respeto a los humoristas canadienses que seguro que son la bomba). En fin, yo he vuelto a ignorarlo y he seguido la conversación sobre el chino sin prestar atención a esa sonrisilla. La chica china me ha animado y me ha dicho que para el primer año está muy bien y que no me preocupe, que luego se vuelve más fácil. Mentira piadosa donde las haya, claro. Pero ha conseguido que me sentara a escuchar la charla mucho más contenta.

jueves, 14 de julio de 2011

El transporte

Sólo llegar tuve (como no) problemas con el taxista. ¿Por qué a mí? A parte de ser el taxi más antiguo y peor cuidado de la ciudad, el taxista me dejó donde a él le pareció bien, no donde yo le había pedido. Por suerte sólo tuve que cruzar la calle para llegar a mi destino. Eso sí, no he vuelto a coger un taxi.
Lo siguiente fue el metro. A su lado, el de Madrid parece el Orient Express. Está sucio y los trenes son tan antiguos que no me extrañaría nada que hubiera un señor escondido metiendo carbón en una caldera para que el tren se moviera.
Pero lo más flipante fue el autobús. Cuando entré en el metro tuve la brillante idea (a veces las tengo) de comprar una tarjeta que me sirviera para toda la semana y ¡menos mal! Porque el autobús sólo acepta como pago eso o $2.25 en monedas. Sí, sí, en monedas, no puedes pagar con billetes. Así que, o vas como si hubieras roto la hucha o llevas una de estas tarjetas maravillosas, que por cierto tengo que acordarme de renovarla mañana.
He de reconocer que voy a casi todos los sitios andando, dentro de unos límites, y así veo más cosas, pero llego agotada a casa. Hoy creo que no puedo dar ni un paso más, al menos ha sido una tarde muy interesante llena de descubrimientos que ya os contaré.

miércoles, 13 de julio de 2011

New York, New York

Primero de todo decir que sí, que he estado bastante desconectada últimamente, pero desde hace un mes no he parado. Ahora que tengo un ratito y sé por fin como funcionan los acentos en el ipad, puedo volver a informaros de mi vida.
Llevo un poco más de una semana en Nueva York haciendo un curso y no vuelvo hasta finales de mes. Según un amigo mío, escribir el blog sobre lo que me pasa en Nuevs York es muuuuuucho más glamuroso. Supongo que así sería si las cosas que me pasasen fueran glamurosas, pero he de reconocer que mi primer choque con la ciudad ha sido todo menos eso. Definitivamente no llevo la vida de Carrie Bradshaw donde todo son cosmopolitans.
En cuanto llegué me di cuenta que o luchaba contra toda la comida basura que me rodea o volvía convertida en la versión femenina del muñeco Michelín, y eso, volviendo a finales de julio directamente a la playa, no era una idea muy inteligente. La suerte es que como hay taaaanta, se te quitan las ganas de probarla. Todo está prefabricado, da igual que sea Starbucks, Prêt à Manger, o el puesto en la calle de perritos calientes. Toda la comida es la misma, con el mismo olor, y no justamente agradable. Así que un problema menos, no volveré con el cuerpo de Kate Moss pero podré pasear dignamente por la playa con un pareo.
Otro problema con el que me encontré fue el de la temperatura. Hace muchísimo calor, pero en cuanto entras en un sitio te congelas, literalmente. El aire acondicionado está adecuado para la congelación del pescado como medio de evitar el anisakis. No tienes más que entrar en un edificio y dejarlo encima de una mesa durante unos minutos; ¡congelado cien por cien! Asi que a parte de un resfriado llevo un peso más en mi bolso, un jersey, que ha dejado de ser eso que te pones cuando tu madre tiene frío, ahora TU crees estar al borde de la hipotermia.
Superados estos dos obstaculos, el siguiente fue el pelo. Salí de la ducha con el pelo mojado y empecé la transformación en la hermana secreta de los Jackson Five. Tenía mi plancha de pelo así que no me di cuenta del problema hasta que una hora más tarde decidí ponerla. en marcha. ¡Aaaaaaagh! El enchufe es cuadrado. Bajé a la calle y le pregunté al portero donde podía en contrar un transformador de enchufes. El muy cotilla me preguntó que para que lo necesitaba, yo, incapaz de decirle que necesitaba convertir mi cabeza en algo ordenado en vez de lo que estaba viendo, le contesté que para cargar la blackberry. Le pareció una buena razón y me indicó una ferretería. Otra cosa resuelta.
Así que como podéis ver, esta ha sido mi entrada "triunfal" en esta ciudad, pero irá mejorando.