martes, 29 de noviembre de 2011

Ignorando

Hay gente que no te la quitas de encima ni con agua caliente. Cuando menos te lo esperas vuelven a intentar formar parte de tu vida y eso que tu ya cerraste la puerta con doble vuelta y dejaste la llave puesta, no sea que se crea tener la maestra. El otro día, en Facebook intentó agregarme como amigo alguien que hace años decidí sacar de mi vista. Ya lo ignoré hace más de dos años, y ¡oye! insiste. Evidentmente: ignorar, ignorar, ignorar. Pero me sorprende la perseverancia de la gente y el no darse por aludido. No sé si es que no soy lo suficientemente clara hablando o el "no" no entra en su vocabulario. De todas formas, qué bien que exista la opción de ignorar, la opción de borrar emails sin leerlos y sobre todo la identificación de llamada. Facilita mucho las cosas.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Marcando territorio

Por lo visto, los hombres con una mirada se entienden entre ellos. ¡Lo que daríamos las mujeres porque también nos entendieran así! Pero para conseguirlo se necesita tiempo. Entre ellos se entienden con perfectos desconocidos en un momento. El otro día, estando con dos amigos saludé a un tercero. No se conocían personalmente entre ellos y tras los primeros 30 segundos de educación, mis dos amigos desaparecieron. Yo estuve cinco minutos hablando con él y volví con mis amigos. Me contaron que el tercero en cuestión los había "echado". ¿Echado? Sí, sí, entendieron que sobraban. ¡Vaya! A mí me pareció que eran imaginaciones suyas. Pero ellos insistieron, con una mirada les había dicho "estorbáis". Yo sigo sin tenerlo tan claro pero si tiene una mínima parte de verdad, ¿por qué a nosotras no hay manera de que nos lean así de fácilmente?

martes, 22 de noviembre de 2011

Proposición

El otro día un amigo me hizo una proposición de lo más sorprendente. Íbamos paseando por la calle Serrano cuando de pronto me suelta: ¿por qué no adoptas una niña? Yo, ojoplática le pregunté si estaba loco. "Podríamos adoptarla juntos" añade. ¡Ja, ja, ja! Prefiero reírme. Primero, no tengo ningunas ganas de niños, se olvidaron de ponerme ese reloj biológico que dicen que tenemos las mujeres a partir de una edad. Segundo, si los quisiera, aún estoy en edad de hacerlo de la forma tradicional y tercero ¿pero cómo voy a adoptar una niña contigo, que por muy amigos que seamos, no podemos pasar más de 24 horas juntos sin que acabemos peleados? Eso ya sin tener en cuenta que vivimos en sitios distintos, lo que la logística se complicaría bastante. En fin, que luego dicen que yo, a veces tengo ideas de bombero, pero es que todo se pega...

lunes, 21 de noviembre de 2011

Fin de semana intensivo

Este fin de semana no he parado y eso está bien, agotador, pero bien. Salí el jueves a tomar una copa, comí el viernes con un amigo y por la noche fui a conocer un sitio nuevo que no me gustó. El sábado fui a un cumpleaños y ayer domingo volví a cenar fuera. Empiezo la semana muy cansada, pero contenta porque excepto un pequeño momento de debilidad el sábado por la tarde cuando me creí tan fuerte que podía aguantar ver "Otoño en Nueva York" y un par de momentos más en que un par de personas me han preguntado qué tal estaba, el fin de semana ha sido un paso adelante, un gran paso. Eso sí, me he dado cuenta de que, de momento, tengo que renunciar a mis películas favoritas, nada de comedias románticas o melodramas sensibleros, sólo acción y terror. Mi compi de cine tiene que estar saltando de alegría, porque por una temporada se va a librar de un montón de argumentos caramelizados.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Perdida

Estoy un poco perdida, por más que me busco no acabo de encontrarme. Iba a rezar a San Antonio que es el encargado de encontrar objetos perdidos pero luego me acordé que también es el de los novios y pensé mejor dejarlo estar, no vaya a ser que me equivoque en la oración y la liemos, no está el horno para bollos. Así que tendré que hacerlo yo solita, sin ayuda divina. Claro que también puedo llamar a San Crispín que buscando sitio para aparcar o taxi, no falla nunca. ¿Servirá también para encontrarme a mí? Mmmmm, no sé yo. En fin, que mientras estoy inmersa en la búsqueda, puede que esté un poco desconectada del mundo, así que pido paciencia, prometo volver totalmente recuperada y en mi salsa.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Los rompecorazones

Hay personas que hacen una bola con tu corazón y la lanzan contra una pared. Evidentemente a la pared no le pasa nada, ni un rasguño, pero tu corazón se queda en el suelo hecho pedazos. Tú recoges los trocitos y empiezas a pegarlos uno a uno, con cuidado y poco a poco, ya que has de ir esperando que el pegamento se seque. De pronto, te das cuenta de que te falta una pieza, el rompecorazones siempre se lleva una de recuerdo. La que te falta nunca es la rabia, el dolor o la impotencia, sino que suele ser la inocencia, la seguridad en ti misma o la dulzura. El rompecorazones se la lleva a casa, a veces para ponerla en una vitrina como un trofeo y deleitarse mirándola, otras para dejarla en cualquier rincón y olvidarla. Tú, una vez tienes el corazón recompuesto más o menos, decides meterlo en una caja de acero y pones una alarma y un perro guardián para evitar que vuelvan a acercarse a menos de un metro. Hay que protegerlo porque no sabes si la próxima vez serías capaz de recomponerlo de nuevo.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Frágil

Me sorprende como tratamos mejor a las cosas que a las personas. A las obras de arte, la vajilla, la cristalería o cualquier objeto que le tengamos cariño lo tratamos con mimo y con cuidado. Si queremos transportarlos, los envolvemos con papel burbuja, ponemos espuma y los metemos en cajas con grandes letreros que pone: FRÁGIL. Si alguien se acerca para admirarlos no se nos olvida el decir: ten cuidado que se rompe. Y cuando simplemente queremos cambiarlos de sitio, con mucha suavidad los cogemos y los movemos despacio por miedo a que se nos caigan. En cambio, cuando se trata de personas, que considero, somos más delicadas que las cosas y que tendríamos que llevar tatuada por todo el cuerpo la palabra frágil, se nos olvida ese mimo. La gente olvida que no somos de titanio y cristal antibalas, sino de carne y hueso y nos tratan con frialdad y dureza. Cuando de repente te encuentran enfrente y consideran que estorbas, con un manotazo y un "¡apártate que estás en medio!" te empujan a un lado sin pestañear, y te sientes una piltrafilla, el ser más diminuto del mundo, porque has visto como incluso a una oruga la ha tratado con más cariño que como te ha tratado a ti.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Dura

Ayer me dijeron que era dura. Lo dijeron con cariño, entre risas y sin ninguna mala intención. Me reí y dije que sí, que era dura pero en el fondo pensé: ¿yo dura? ¡Ja! Pero en fin, no hace falta que te enteres aún... Ya lo verás con el tiempo y te aprovecharás del trozo de pan que soy, mientras tanto, voy a ver si me aprovecho yo un poquito.
Por lo visto, cuanto menos caso haces, cuanto más difícil pareces, más le gustas a los hombres. ¿Es que son masoquistas? Yo no lo puedo comprender. A mí me encanta que me mimen, en realidad, que me malcríen, para que negarlo. En cambio a ellos, cuánto peor les trata una mujer, más la persiguen. ¡Es absurdo! Así no hay quien se ponga de acuerdo.


miércoles, 2 de noviembre de 2011

Halloween

Parece que la fiesta de Halloween se va imponiendo. La gente se disfraza y los niños van por las casas pidiendo caramelos. A mí no me gusta disfrazarme así que ha sido una suerte que esto no me haya pillado de pequeñita, aunque lo de los caramelos sí me hubiera gustado. El lunes por la noche vi como, en bicicleta y patines, pasaban un montón de personas disfrazadas de monstruos, zombies y brujas. No lo entiendo. No entiendo que la gente quiera ponerse voluntariamente algo que favorece tan poco. Los había que incluso se habían maquillado, por si ponerse ropa harapienta no fuera suficiente. Hay que ver lo que hace la televisión, dentro de nada acabaremos celebrando el 4 de julio con fuegos artificiales y barbacoas. En cambio los Reyes sigue siendo una fiesta totalmente nuestra, no hay manera de exportarla. ¡Qué mal se nos da vendernos fuera!