miércoles, 9 de noviembre de 2011

Frágil

Me sorprende como tratamos mejor a las cosas que a las personas. A las obras de arte, la vajilla, la cristalería o cualquier objeto que le tengamos cariño lo tratamos con mimo y con cuidado. Si queremos transportarlos, los envolvemos con papel burbuja, ponemos espuma y los metemos en cajas con grandes letreros que pone: FRÁGIL. Si alguien se acerca para admirarlos no se nos olvida el decir: ten cuidado que se rompe. Y cuando simplemente queremos cambiarlos de sitio, con mucha suavidad los cogemos y los movemos despacio por miedo a que se nos caigan. En cambio, cuando se trata de personas, que considero, somos más delicadas que las cosas y que tendríamos que llevar tatuada por todo el cuerpo la palabra frágil, se nos olvida ese mimo. La gente olvida que no somos de titanio y cristal antibalas, sino de carne y hueso y nos tratan con frialdad y dureza. Cuando de repente te encuentran enfrente y consideran que estorbas, con un manotazo y un "¡apártate que estás en medio!" te empujan a un lado sin pestañear, y te sientes una piltrafilla, el ser más diminuto del mundo, porque has visto como incluso a una oruga la ha tratado con más cariño que como te ha tratado a ti.

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