miércoles, 9 de abril de 2014

Despedidas de solteras.

Será que no he ido veces, pero sigue sorprendiéndome la capacidad y las ganas que se tiene de salir en el Sur. Sólo os diré que los bares de copas abren a las 16.30 de la tarde y se llenan como si fuera la 1 de la madrugada. Así no hay quien pare. Que si comida, copita, copita, conciertazo de piano, cena y bar flamenquito hasta las tantas, así transcurrieron mis horas en Sevilla. A todo esto, Sevilla parecía una convención de despedidas de solteros. Ya en el tren, se subieron en Zaragoza, unos veintitantos chicos entre los que había dos disfrazados de joteros. Sí, sí, subieron ya así en el tren. Algún día tengo que hacer un resumen del personal que viaja en los trenes en España, porque es para escribir un libro. Pero a lo que iba, la ciudad estaba tomada por grupos de amigas (había más despedidas de solteras que de solteros) que iban todas iguales excepto la homenajeada, en la que habían querido volcar toda su mala idea y la habían vestido lo más fea y ridícula posible. Y entonces me acordé, que en algún momento, yo también había formado parte en esta cruel tradición y pensé, esta es otra razón para no casarme, tengo a demasiadas amigas esperando para vengarse.

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