viernes, 1 de octubre de 2010

Madurando

Parece ser que estoy madurando o, al menos, eso creo. Me hago mayor, es inevitable. Ya no salgo hasta las mil y me encantan los planes de día; los aperitivos, los brunchs, ir a ver exposiciones o dar un paseo por la ciudad. Además voy al gimnasio con regularidad y he ordenado un poco mis comidas. Lo que me consuela es que algo de juventud (divino tesoro) sí queda, porque sigo saliendo de noche, menos, pero salgo, en el gimnasio tampoco es que me machaque, y aunque ordenadas, mis comidas favoritas siguen siendo los menús de niños.

Hace unas semanas vinieron mis primos a casa. Una prima mía me dijo que estaba madurando porque le exprimí el zumo. Según ella (yo no lo recuerdo) antes, mi casa era self service. Ahora, dice que preparo el desayuno, tengo velas en el salón, ofrezco aperitivos e intento tener lo que a la gente le gusta. Por lo visto, todo eso, también es signo de madurez.

Pero si he madurado, si me estoy haciendo mayor ¿cómo es que sigo sin tener del todo claro lo que quiero? Cuando eres pequeño, tus padres te dicen, cuando seas mayor, cuando te hagas adulto, podrás hacer lo que creas conveniente porque tendrás ya un criterio (luego añaden lo de "pero de momento harás lo que yo te diga"). Así que esperas ese momento en que podrás hacer con tu vida lo que quieras y cuando por fin llega, te encuentras que tampoco sabes muy bien que hacer con ella. Bueno, vale, tampoco estoy tan perdida, sé perfectamente lo que NO quiero (que ya es mucho) y tengo una vaga idea de lo que sí quiero. Pero ¿cuánto más tendré qué crecer para tener realmente ese criterio?

Estaré madurando pero sigo siendo una pipiola... ¡yupi!


No hay comentarios:

Publicar un comentario