viernes, 18 de febrero de 2011

¡Qué tres días!

Lo sé, llevo dos días sin decir nada, pero es que no he parado. Y hoy seguimos. Aunque por fin esta mañana tengo un ratito tranquilo para colgar este post. El martes por la tarde llegó mi madre a Madrid y desde entonces no ha habido ni un minutito para descansar y tomar aliento. Ni siquiera ayer por la noche que decidí quedarme con una amiga en casa mientras mi madre se iba con unos amigos a tres cenas distintas.

Mi amiga llegó sobre las ocho y media. Pedimos que nos trajeran sushi y estuvimos bebiendo una botella de champán mientras nos contábamos los últimos cotilleos. A las doce y media ella se fue y yo, agotada, me metí en la cama. Unas horas más tarde me despertó una fiesta flamenca que alguien estaba tocando con los timbres de casa. Me levanté, abrí la puerta y me encontré a mi madre. Se había dejado las llaves. Quiso explicarme su odisea desde que se dio cuenta de que en vez de coger las llaves de casa había cogido las del coche. Yo le dije que en ese momento no y que mañana ya me contaba.

Esta mañana, cuando he amanecido, bastante tarde para mi horario normal, me ha explicado que me llamaron al móvil cientos de veces, por la noche lo apago así que era inútil. Luego probaron el de casa, no tengo teléfono en la habitación, así que tampoco. Probaron el interfono que está en la cocina, desde mi cuarto no se oía. Finalmente, consiguieron entrar en el edificio por el garaje y subieron arriba donde por fin oí los timbres de las dos puertas.

Luego han venido las recriminaciones; que cómo apago el móvil por la noche, que cómo puede ser que no oyera nada, que cómo no tengo un teléfono en la habitación... bueno, pues lo siento, el móvil lo apago sobre las diez y media de la noche si estoy la en casa, creo que a partir de entonces ya no son horas de llamar. No tengo teléfono en la habitación por la misma razón, cuando me voy a dormir, me voy a dormir. Y sí, tengo un sueño profundo, duermo muy bien, y eso es bueno ¿no? significa que tengo la conciencia tranquila. Así que el que no duerma como un tronco que se lo piense.

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