jueves, 24 de febrero de 2011

La muela del juicio

Fui al dentista. Conseguí que me viera el martes por la tarde. Yo, que no podía abrir la boca lo suficiente como para comer con cucharilla de café, no iba muy dispuesta pero necesitaba que me recetara un calmante. Y pensé, además, que cabía la posibilidad de que se apiadara de mi dolor y diagnosticara por lo que yo le dijera. ¡Angelita! Mi dentista es una profesional así que me abrió la boca como si fuera un buzón y hasta que no vio claramente que tenía la muela del juicio inflamada, no se dio por vencida. Es más, me hizo hasta una radiografía de la muela en cuestión, lo hizo que aullara de dolor. Pero ya se sabe, cuando quieres algo de verdad, algo te cuesta. Así que me recetó por fin un antibiótico y el bendito calmante. Eso sí, no sin antes añadir, que la semana que viene, cuando baje dicha inflamación, volviera para quitarme la muela. Ja, ja, ja, lo lleva claro. Eso pensé al salir de ahí. Una vez el calmante hizo su efecto, empecé a pensar con claridad, y lo bien que estaba en ese preciso momento, no sabía que tenía muela. Así que comencé a plantearme la posibilidad de que quizás, a lo mejor, era una opción que podía ser factible.

Toooodo el mundo dice que no duele. Que no te enteras de que te la quitan y que luego, sólo "molesta" unos días. Eso añadido con el chistecito. Sí, sí, cuando decía que iban a quitarme la muela del juicio había quien decía "¿qué juicio?" o "a tu edad ya era hora que te saliera el juicio". ¡Cuánto ingenio! ¡Qué despilfarro de jocosidad! Estoy que me parto de risa (si pudiera reírme, claro, porque el dolor no me da mucha cancha).

La buena noticia es que hoy duele menos, la mala es que la dentista ya me dijo que la otra muela iba por el mismo camino que ésta. ¡Aaaaaggghhh!


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