miércoles, 2 de febrero de 2011

El ratoncito Pérez

Estas Navidades me llevé a tres de mis sobrinos al cine. Fuimos a ver Megamind, película elegida por el mayor. Llegamos al cine, compramos chucherías y palomitas y después de esperar a que limpiaran la sala de la sesión anterior, nos sentamos en nuestras butacas. Teníamos buenos sitios ya que era el día de la cabalgata, así que estábamos prácticamente solos. De pronto, en la película, el malo le dice al bueno (medio bueno, pero no os lo voy a contar) "¡Entérate de lo que es la vida, no existe ni el hada madrina, ni el ratoncito Pérez, ni la Reina de Inglaterra!". En ese momento, mi sobrina de cuatro años me dice muy seria: "El ratoncito Pérez, sí". Es decir, que lo siento por Isabel II, para los niños españoles de cuatro años no tiene ninguna importancia su existencia. Lo mejor, no es que me lo dijera dudando, como buscando una confirmación, no, ella me lo estaba diciendo toda convencida por si la que tenía alguna duda era yo. ¡Inocencia!

Mis sobrinos tienen una relación extraña con este personaje que se lleva tus dientes. Todavía recuerdo como el mayor, cuando empezaron a caerse los suyos intentó timarlo. Sí, sí, intentó timar al mismísimo ratoncito Pérez. En vez de un diente, al ver que era prácticamente del mismo tamaño, le puso bajo la almohada una piedrecita que había cogido en el patio del colegio. Cuál es su sorpresa cuando cuela. Pero otra vez la inocencia, como creía ciegamente en su existencia, se lo contó a sus padres como una gran hazaña "¡He timado al ratoncito Pérez!". Sus padres, alucinados, ya que por no hacer ruido ni se plantearon el hecho de que su hijo de 5 años era ya un timador de primera, decidieron escribir una carta firmada por el ratoncito Pérez y darle una lección. El niño se quedó muy impresionado con la carta pero yo creo que este niño ya apunta maneras desde muy pequeño. ¡Qué miedo!

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