lunes, 1 de marzo de 2010

Las manías

Todos tenemos manías, el que lo niegue es un mentiroso. Yo, por ejemplo, no soporto los armarios o los cajones abiertos. Me ponen nerviosa, así que voy por mi casa (o las ajenas, lo reconozco) cerrando puertas y cajones. Tampoco puedo con los cuadros torcidos y eso hacerlo en casas ajenas es más delicado, pero si puedo, no lo dudo, porque si no lo pongo recto no puedo dejar de mirarlo...

Las hay más curiosas. Una amiga mía, cuando se va a dormir, se tira en la cama y suelta un gran suspiro ¡aaaaahhh! Vive sola pero eso no evita que lo haga en voz alta. Espero que sus paredes no sean de papel, como las hacen ahora, porque sus vecinos deben flipar. Otra más sofisticada es la que no soporta que haya pasta de dientes alrededor del tubo. Esta otra amiga limpia el tubo cada vez que lo usa porque no puede soportar esos grumos que a veces quedan cuando lo utiliza.

También conozco a alguien que es incapaz de ir por la calle con una bolsa de plástico, da igual que sea la del súper o de cualquier otra clase de compra. No puede. Así que si vas con él no te queda más remedio que cargarla tú, y si va solo es capaz de ir en coche antes de andar 100 metros con una bolsa.

Hay manías para todos los gustos y a medida que nos hacemos mayores y/o vivimos más tiempo solos, más se agudizan y nos cuesta ceder en esas pequeñas cosas que, para que negarlo, nos irritan. A mí al menos.

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