jueves, 2 de diciembre de 2010

La proposición

Hace unos días, tomando el aperitivo con dos amigos estuvimos hablando de las proposiciones de matrimonio. Me preguntaron cómo me gustaría que me lo propusieran. Dieron opciones como que el anillo viniera dentro de un fondant de chocolate (¡¡¡puagh!!!) o escrito en una pantalla en un estadio (muy íntimo ¿eh?).

Hay gente que le parece muy romántico todas esas explosiones públicas, como que te lo escriban en el cielo, lo que me parece a mí mucho humo para tan poca fogata. Prefiero una declaración sincera. Eso sí, el de en frente no debe tener ni idea de si voy a aceptar o no por que si ya sabe la respuesta ¿dónde están la emoción y los nervios? No me gusta lo de salir con alguien y al tiempo empezar a hacer planes de boda como cuándo y dónde. Primero pregunta y si la respuesta es sí ya habrá tiempo de planificar.

He de reconocer que me lo pidieron una vez hace muchos, muchos años y dije que no. Podéis imaginar lo que pasó poco después ¿no? La relación se fue al garete. Pero cuando me lo pidió, lo miré y pensé ¿para toda la vida? ¡Noooooooo! Lo siento, no pude evitarlo. Así que aunque la sorpresa lleva sus riesgos, quien no arriesga no gana.

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