martes, 7 de septiembre de 2010

La playa

Primer día de vacaciones. Emocionada cojo mi bolsa de la playa y una toalla y me voy a dar el primer baño de sol y mar. Llego a la playa y aún es pronto así que no está demasiado llena. Alquilo una tumbona y una sombrilla, enchufo mi ipod y me dispongo a pasar un día de relax. Mientras me estoy secando tras haber nadado un poco, veo como se acerca una familia; papá, mamá, dos niños, un bebé y la abuelita (seguramente la madre de ella que ha venido para ayudarles con los niños).

Llevan 100 bolsas de tamaño samsonite extra large más una sombrilla y el carrito del bebé. De pronto, me doy cuenta que justo delante de mi tumbona hay un espacio. ¡Qué no lo vean, qué no lo vean, por favor!¡ Aaaaghh!! ¡Lo han visto! Y empiezan a instalarse. Papá pone la sombrilla de miles de colores, flores y más adornos y mamá empieza a extender las toallas alrededor de ella. Luego se dedica a preparar a los niños para el día de playa, es decir, los desnuda completamente y los unta en crema, les da palas y cubos suficientes para llegar al centro de la tierra y los manda a la orilla. Ahora le toca al bebé. Lo saca del carrito y lo deja con el pañal. El niño empieza a llorar; tiene hambre. Así que, ni corta ni perezosa, se saca la camiseta, se quita la parte de arriba del biquini y le da de comer. Mientras, la abuelita, que ha sacado la nevera, las patatas y las aceitunas, se saca el vestido. Lleva bañador entero, menos mal. ¡Ay, ay, ay! Se quita los tirantes y se enrolla el bañador en la cintura. ¡Señora, por favor!, me dan ganas de gritar, pero es que en ese momento se me va la vista a papá. Se está sacando las bermudas y lleva un speedo. ¡Noooo!
Mamá, una vez ha calmado al bebé y lo ha dejado medio grogui sobre la toalla, le saca una cerveza a su marido y se pone a leer una revista de cotilleos.

Yo decido tumbarme con mi ipod para no tener que ver nada más. Empiezo a tener hambre y pido un sandwich y un poco de sandía. Cuando me lo traen, me siento en la tumbona para disfrutarlo. Entonces veo a mis vecinos, también tienen hambre. Empiezan a sacar de la nevera bocadillos del tamaño de un obús y cada vez que desenvuelven uno de ellos, me llega un olor intenso no sé a muy bien qué, intento adivinarlo. ¡Son de calamares con alioli, de chorizo o sardinas! ¡Menudo surtido! De la nevera salen más patatas, más aceitunas, cervezas, coca-colas para los niños, helados... Hay más comida ahí que en la nevera de mi casa.

Decido marcharme. He tenido ya bastante para el primer día. Necesito llegar a casa y recordar que estoy de vacaciones en la playa para que mis ojos empiecen a habituarse a la vista.

No hay comentarios:

Publicar un comentario