lunes, 14 de marzo de 2011

El uso del móvil

Ayer volviendo en el tren desde Córdoba tenía detrás a un hombre que se pasó el viaje hablando por teléfono. Generalmente no me molesta ya que las personas suelen hablar en un tono medio, pero el colega de detrás hablaba a voz en grito. Era de los que no se han enterado de que no hay que hablar más alto sino más claro. Así que me enteré que iba a cenar a un japonés con unos amigos de Madrid. Que tenía reserva en un hotel cerca de Barajas porque al día siguiente tenía que estar a las 8.15 en el aeropuerto para irse a Miami. Y que buscaba a amigos para que lo despertaran porque aunque se había traído el despertador (avisó también a alguien con quien debía vivir; "no lo busques que me lo he llevado") no se fiaba de oírlo porque esa noche iba a salir de copas. ¿Y para qué quiero yo toda esa información? ¡Si al menos fuera interesante!

Esta mañana, mientras intentaba concentrarme en mi diálogo en chino sobre lo bien que uno de ellos jugaba al tenis, en la puerta de la clase había alguien explicando por teléfono el árbol geneálogico de alguien con quien habían quedado; "Sí, es fulanita de..., sí de los de..., claro, claro, es su sobrina. Su teléfono es (y ha dado el teléfono). ¡Increíble! Yo ya no sabía si el chino jugaba al tenis o al badmington.

El teléfono móvil es muy práctico, puedes hablar con quien quieras cuando quieras y donde quieras, pero hay que tener cuidado, uno por el volumen que utilizas cuando hablas en un sitio público y dos, la información que das. Creo que, de ahora en adelante, antes de hablar con alguien, preguntaré dónde está, para saber hasta que punto pudo dar información o no sobre mi vida. y recomiendo al resto que haga lo mismo.

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