miércoles, 16 de junio de 2010

Reciprocidad

Es ley de vida, cuando alguien te cae mal, tu también le caes mal. Y es una suerte. Imagina que alguien a quien no soportas se empeñara en querer hacer cosas contigo. Y también sería humillante al revés, intentar que alguien a quien tu le caes fatal sea amigo tuyo. No sé si es química, o intuición, pero, a menudo, cuando conoces a alguien, sabes si vas a ser amigo suyo o no. También puedes equivocarte, a veces la primera impresión no es la que cuenta, pero ayuda.

Lo peor viene cuando una persona que no es santa de tu devoción te la encuentras hasta en la sopa. Es amigo de tus amigos y ellos te hablan maravillas de él, y tu sin verle ninguna gracia.... ¡un desastre! Porque encima tienes que callarte y sonreír, pero como dice mi madre, se me ve todo en la cara. No he aprendido a manejarla o, al menos, que me obedezca.

Cuando alguien me da repelús, se me nota, cuando me cae mal, se me nota, cuando estoy incómoda, se me nota. ¡Si es que todavía me pongo colorada según el comentario que oiga! A mi edad (que no voy a confesar abiertamente pero que la mayoría sabéis) tendría que haber aprendido ya a disimular, a saber poner una sonrisa medianamente natural cuando quiero estrangular a alguien y no puede saberse. Pero no, en eso sigo como cuando tenía 15 años. Y eso que una lo intenta, pero no hay manera.

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