domingo, 27 de enero de 2013

Estoy mayor

Una amiga me propuso el viernes ir a picar algo y luego a un bareto a escuchar a un italiano que a ella le encanta. No lo quiere reconocer pero algo me dice que es la presidenta de su club de fans. Hacía siglos que no salía, no había estado muy animada, pero pensé que una noche de chicas sería divertida y que ya iba siendo hora que volviera al mundanal ruido. Durante la cena bebí vino y cuando llegamos al bar pedí una Coronita. Mi amiga flipaba, había perdido a su compañera incondicional de gintonics. Pero es que pensé que era más suave una cervecita que meterme un lingotazo por lo que aguantaría mejor la noche. Empezó el concierto, bailamos y nos reímos. A lo tonto, a lo tonto, llegué a casa a las tres y media de la mañana. Al día siguiente era una piltrafilla. Y es que ya no tengo cuerpo de jota. Mi amiga me volvió a llamar el sábado por la tarde pero yo ya había tenido suficiente. Es más, estaba esperando que fuera una hora decente, como las nueve y media de la noche, para volverme a la cama. La edad no perdona, por mucho que digan que la juventud la llevas en el espíritu, no cuela, a no ser que tengas un Cocoon en la piscina, llega un momento que el cuerpo te dice "¿puedes para un momentito guapa? Tengo que coger aire".

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