martes, 26 de junio de 2012

Montando la película

Ayer estuve cenando en un japonés con unos amigos y mientras dos se dedicaban a hablar de cosas serias, tres nos pusimos a deducir lo que ocurría en la mesa de al lado. La situación era la siguiente: llegó una pareja, ella de unos cuarenta y muchos, aunque mis amigos que son más malos le pusieron cincuenta y tantos, con pinta un poco rancia. Él andaría por la treintena recién estrenada y llevaba una barbita y un aire de "perroflauta arreglao". Llegó una chica de unos veintitantos también con pinta de "esta noche me pongo mona" pero sin ningún éxito por lo difícil que era el conjunto escogido (era un mono, ni largo ni corto, negro con flores rojas estampadas del tamaño de una pelota de tenis y una enorme cremallera que recorría toda la espalda del  mono, que por cierto tenía distintas y extrañas aberturas). 
La mujer de más edad (no vamos a decir la más vieja que no es bonito) se reía de todas las gracias que decía él mientras le iba tocando el brazo o agarrando el hombro, lo que nos pareció muy sospechoso. Nosotros, en seguida pensamos que estaban juntos, aunque para darle más diversión al asunto preferimos pensar que además había algo entre él y la tercera en discordia. ¡Confirmado! La rancia se levanta al baño y se quedan los dos jovenzuelos solos en la mesa y él ni corto ni perezoso se acerca a ella, se sienta al lado y se dedica a hacerle arrumacos durante un par de minutos para luego volver a su sitio. La otra volvió del baño sin haberse enterado absolutamente de nada. Mi teoría es que él está liado con las dos y sólo una lo sabe. Otra teoría, que a mí no me convence por las edades, es que una es la madre de él y la otra su novia. Probablemente no sea ninguna de las dos, pero que fue raro, eso es un hecho.

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