martes, 11 de octubre de 2011

Alberto me dio la boda

Sé que nunca pongo nombres pero esta vez Alberto se lo ha ganado a pulso y además está enterado así que ¡qué apechugue! Que conste que estoy siendo buena porque la amenaza consistía en nombre y apellido pero bueno, he decidido que con el nombre ya tiene castigo suficiente.
El sábado tuve una boda. La boda fue muy divertida, en un sitio estupendo con un vistazo y con un montón de amigos a los que no veo mucho, así que prometía. Todo iba a las mil maravillas hasta que Alberto decidió hacerme un interrogatorio propio de la Gestapo que empezó en el aperitivo y duró toda la cena. No contento con mis respuestas, además se dedicó a rebuscar en internet cualquier información o personajes parecidos en la red y a compartirlos con el resto de la mesa. Por más que yo intentara cambiar de tema, él volvía a lo mismo sin compasión. Cansada de ser el centro de la conversación agradecí que la cena, por fin, acabara.
Así que, Alberto, tal y como amenacé cuando mis súplicas no surtían efecto, eres el primero al que nombro en mi blog y no para decirle bonito justamente. Por otro lado, gracias por recogerme y llevarme a la iglesia, y a parte de nuestro pequeño desacuerdo sobre temas de conversación, me gustó verte.

1 comentario:

  1. Me permito discrepar abiertamente del encarnizamiento realizado hacia mi persona.

    En primer lugar, del apocalíptico relato parece desprenderse que toooooooooda la cena estuvo únicamente centrada en un único tema de conversación, así como que la única persona interesada fue semejante sátiro, elementos ambos que no se ajustan a la realidad. Ni fue el único tema, ni fui el único interesado.

    ¿Qué fue un tema especialmente importante? Claro, ¡qué puede haber más importante que nuestra Carrie Bradshaw oiga pajaritos!

    Por otra parte, cabe indicar que para buscar nada es necesaria la aportación de datos con los que buscar. Datos ellos que fueron aportados "de motu propio" y con profusión por la arriba firmante (sin duda, deseosa de provocar la envidia ajena), y que nos empujaron irremediablemente a las necesarias indagaciones.

    Por ello, niego este retrato, a caballo entre Torquemada y el Doctor Maligno, que se me atribuye.

    Los agradecimientos se devuelven por duplicado, y por evidentes motivos estilísticos fue mucho mayor mi agrado en verla.

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