jueves, 13 de octubre de 2011

Tu tiempo no es mi tiempo

El otro día no tuve más remedio que enfadarme con un buen amigo. Quedamos que se pasaría por casa el domingo sobre las cinco de la tarde. A las cinco y media me envía un mensaje diciendo que había ido a comer con sus padres, que me avisaba cuando estuviera entrando en Barcelona. ¿Cómoooo? Le contesté que vale pero que podría haber avisado antes. Pero ahí no acabó la cosa. A las siete me envía otro diciendo te llamo luego. ¡Pero bueno! En fin, pensé, puede haberle pasado algo y le pregunte si todo bien. ¡Me contesto a las ocho y mediaaaa! Me contó un problema que había tenido y que me llamaba al día siguiente. Yo estaba ya queriendo matar a alguien y le dije que todo eso podría habérmelo dicho horas antes. Luego le costó cinco días en llamarme para disculparse. Evidentemente, se me pasó el enfado y quedamos aquella noche.

Pero había perdido toda una tarde que podía haber aprovechado para ver a otros amigos. Cuando voy a Barcelona suelo tener el tiempo bastante apretado y no es fácil ver a todo el mundo. Además me parece increíble el poco respeto que a veces muestra la gente por el tiempo de los demás. Al menos, pienso, habíamos quedado en casa, si llegamos a quedar en un bar, me da algo. Mis años en Inglaterra me educaron en la puntualidad que, una vez de vuelta en España, en vez de una virtud se convierte en un castigo. Desaprovechas un maravilloso tiempo esperando, pero por lo visto tienes que aceptarlo como algo normal. Cinco minutos no pasa nada, diez es normal, quince es aceptable y veinte puedes empezar a protestar. ¡Pero bueno! Si se queda a una hora es a esa hora y no más tarde.

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