miércoles, 28 de abril de 2010

Las bodas

Dicen que de una boda sale otra boda, si así fuera yo tendría más maridos que Elizabeth Taylor. Las bodas, a parte de la celebración de que dos personas han decidido encadenarse para siempre (cada uno celebra lo que quiere), se han convertido en una de caza de solteros.

La última a la que fui me sentaron entre dos de ellos. Simpáticos, encantadores y solteros empedernidos, por lo que nos entendimos perfectamente. Así que estaba cenando relajada, sin la tensión de que me están haciendo un examen para ver si soy la candidata ideal, cuando llegó otro invitado a saludar a dichos solteros. El saludo fue el siguiente: "¿Qué tal? ¿Os han puesto a la casadera de turno para ver si picáis?" Entonces me miró y me dijo "¿Quién eres?" Le contesté y entonces dirigiéndose a los dos les dijo: "¡Pero si además es un partidazo!" Ese es el momento en que yo ya no estaba colorada, sino morada y preguntándome porque no se abría la tierra y me tragaba, o mejor, porque no se lo tragaba a él. La suerte que tuve es que con mis compañeros de mesa habíamos estado comentando lo genial que era estar soltero así que le contestaron con un piropo hacía mí y zanjando el tema.

La siguiente la tengo en julio. Me llamó la novia para preguntarme si ponía en mi invitación "con acompañante" y le contesté que no, que yo iba sola. Entonces soltó: ¡qué bien porque tengo un chico estupendo para ti! ¡Oh, no! No quiero un "chico estupendo para mí". Quiero ir a su boda, reunirme con amigos que no veo todos los días, reírme, pegarme cuatro "dancings" e irme a dormir. Así que le dije que buscara a otra amiga que estuviera más por la labor.

En fin, que para mí las bodas, a parte de alegrarme por mis amigos por haber encontrado a esa persona, admirarles por atreverse al "para toda la vida" y divertirme, no es más que un acto social donde encontrarme con amigos. Así que por favor, no más "hombres perfectos para mí" en la mesa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario