miércoles, 5 de septiembre de 2012

La vuelta a la meseta

Cada vez que tengo que coger el taxi para ir al aeropuerto y volver a Madrid desde mi isla bonita hay un instante en el que me pregunto ¿y si pierdo el avión? ¿Sería tan grave? Y me quedó ahí, sentada en la terraza mirando el puerto y dándole vueltas al asunto durante diez minutos. Luego reacciono y mi lado responsable decide que con lo que cuestan los aviones no estás para hacer tonterías, y volver vas a tener que volver igual, así que ¡ánimo! Y salgo por la puerta.
Mi vuelo era por la noche así que esos diez minutos se convirtieron en veinte porque había una puesta de sol preciosa. ¿Me estaré volviendo cursi? No, es que cualquier excusa es buena para no coger un avión de vuelta. Esta vez apuré un poco más y creí que iba a perder el avión de verdad. Pero cuando llegué al aeropuerto y busqué mi vuelo en la pantalla, mi avión ya tenía un aviso de "retrasado". Al final salió sólo 15 minutos más tarde pero yo, mientras esperaba sentada ante la puerta de embarque, lo quise ver como una señal. ¿Y si me está dando tiempo de pensarlo otra vez y salir por donde he entrado? Pero en realidad tampoco creo mucho en las señales y al momento mi mente racional me avisó de que eso suponía llegar todavía más tarde a casa.
Finalmente embarcamos y cerraron las puertas del avión. Ya no había escapatoria. Oficialmente se habían acabado las vacaciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario