lunes, 10 de septiembre de 2012

Accidentes domésticos.

Este verano ha sido de lo más movidito. No os emocionéis, no tiene nada que ver con mi vida sentimental que en fin... no parece que avance. Ha sido un verano lleno de accidentes domésticos. Para empezar he roto tantas copas de la manera más absurda que el armario donde las guardo en la cocina hace eco. Además hemos tenido un pequeño accidente con el coche, que aunque fuera yendo a dos por hora por dentro del garaje el coche quedó como si un autobús se hubiera lanzado contra la esquina derecha de la parte delantera. También casi me traga una ola por no caer antes de salir de casa que con esas olas no puedes ir con biquini si no ahogarte intentando no perderlo. Para acabarlo de arreglar he tenido ciática, el dolor era intenso, sobre todo el de mi amor propio que en cuanto la doctora me dio su diagnóstico envejecí 100 años más o menos. Pero cuando ya pensaba que todo eso había pasado, que ya estaba de vuelta a la vida diaria en la capital, ayer fui a poner en marcha la impresora y no sólo no funcionaba sino que parecía un árbol de Navidad con todas las luces parpadeando. Llamé al servicio técnico, como es del 2004 no hay servicio técnico, solo un departamento comercial que te habla del plan renove de las impresoras. Ahora, cada vez que me acerco a cualquier objeto, copa, ordenador o un simple bolígrafo (si hay alguna manera de romper uno estoy segura que voy a ser yo la que lo descubra) voy con muchísimo cuidado y aún así sé que voy a romper algo más. ¿Se puede ser más patosa?

No hay comentarios:

Publicar un comentario