miércoles, 19 de diciembre de 2012

Choque con un autobús.

Ayer mi madre chocó con un autobús. Como ella misma dice: "yo iba por donde no debía, pero no fue culpa mía sino del autobús que surgió de la nada". ¡Estos autobuses! ¡Es que no se les ven! Ella está bien. Y su acompañante, a parte del susto y pensarse dos veces antes de subirse de nuevo al coche de mi madre, también está perfectamente. El coche sólo unos rasguños, se ha cargado la parte de atrás de un espejo retrovisor, pero como el cristal aguanta, puede seguir conduciendo hasta que se lo arreglen. El autobús en cambio... no tuvo tanta suerte. Cuando mi madre bajaba del coche para ver los daños oyó un estruendo de cristales y vio como empezaban a bajar los pasajeros. Y cuál fue su sorpresa cuando vio que la luna delantera del autobús se hacía añicos. No penséis que conduce un todoterreno enorme o algo parecido a un tanque de combate. No, no. Ella es capaz de derribar un autobús con su Clase A. El conductor bajó y mi madre ya estaba preparada para recibir toda clase de improperios, cuando el hombre, blanco como el papel, se acercó a ella preguntando si estaba bien. Insistió varias veces y mi madre insistía en que no le pasaba nada. El pobre hombre creo que aún no ha asimilado el encuentro con mi madre. Finalmente, hicieron el parte amistoso. Sólo ella es capaz de chocar con un autobús y mientras ella sale indemne, el autobús tiene destrozos como si le hubieran lanzado un obús. Entenderéis porque es mejor no llevarle la contraria  ¿verdad?

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