martes, 19 de marzo de 2013

¡Vuelo!

El domingo por la noche me di cuenta de que puedo volar. Igual que a Newton le inspiró una manzana, yo lo descubrí por medio de un resbalón. Os aseguro que durante medio segundo volé. Llegaba a casa después del fin de semana en Barcelona y cuando me acercaba hacia los buzones pare recoger el correo de esos días, resbalé y empecé a volar. Pero igual que los aviones se estrellan contra las montañas, mi cabeza fue a chocar contra los dichosos buzones y de ahí todo mi cuerpo contra el suelo. Tengo testigos, los dos porteros, que como estaban haciendo el cambio de turno, ambos vieron mi vuelo sin motor. Mi dignidad está un poco resentida al respecto, hubiera preferido que no hubiera testigos hasta que hubiera perfeccionado el aterrizaje. Lo peor es que hasta que una se adapta a sus nuevas habilidades, tiene que sufrir pequeños daños colaterales como son una rodilla con los colores del verano, verde y amarillo chillón, y un cuerpo dolorido. Eso sí, la cara de susto de los porteros no tiene precio.

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