miércoles, 16 de julio de 2014

Comer perdices

El otro día, mi sobrina de 10 años volvió a hacerme la "preguntita": tía ¿por qué no te has casado? Y a mi me dieron ganas de contarle la verdad, pero me paré a tiempo. Al fin y al cabo solo tiene 10 años y aun cree en príncipes y princesas, sin contar que la mayoría de las películas que ve y cuentos que lee acaban en boda con "y vivieron felices y comieron perdices". Partiendo de la base de que a mi las perdices no me gustan, lo de "vivieron felices"... en fin, dejémoslo. Si no me he casado es porque no he querido, punto. No todo el mundo está hecho para el matrimonio. ¡Qué manía! A mí me gusta entrar y salir sin tener que contar con otra persona. Eso de que cada vez te proponga un plan tengas que consultar a ver si al otro le va bien, pues no, no me apetece. Además me molesta muchísimo que me cambien las cosas de sitio, tener que dar conversación cuando lo que quiero es abstraerme del mundo o pelearme por el mando de la tele. Soy maniática, egoísta y terriblemente independiente y eso no creo que ayude en un matrimonio. Así que me niego a comer perdices. A mi sobrina no le contesté, cambié de tema, porque aunque no quise decirle la verdad, tampoco me gusta mentirle.

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