martes, 8 de octubre de 2013

No va más.

¡Ay! ¡Qué mal estamos! El sábado pasado estuve en la boda de un amigo. Entre el grupo de amigos quedamos solteros tres, pero en realidad, la pregunta de ¿quién es el siguiente? siempre nos la dirigen a dos, por más que insistamos (los dos aludidos) que entre nosotros, el último que se case gana. ¿Qué gana? Ni idea, nunca hemos llegado a concretar tanto. Lo que sí conlleva es que no hacemos ningún esfuerzo en llegar a ese "inolvidable" día con el que sueñan todas las madres, temen todos los padres y suspiran todas las niñas. Pero es curioso que el resto de la población insista en ello. Todas mis amigas quieren una boda porque es la excusa perfecta por la que pueden dejar a los niños una noche sin remordimiento alguno. En esta misma boda del sábado, mientras esperábamos una copa de vino blanco, comentábamos una amiga (la tercera soltera a la que no insisten con boda)  y yo que tampoco estaba el panorama para enamorar a nadie. La evolución ha hecho que en el siglo XXI los hombres se han vuelto más comodones y las mujeres más exigentes lo que imposibilita totalmente que nos pongamos de acuerdo. Así que yo sigo en mis trece que al menos ganaré una apuesta.

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