miércoles, 12 de noviembre de 2014

Siempre lo mismo

El sábado quedé con dos amigas para cenar y como siempre quisieron hablar de lo mismo, lo lejos que están de alcanzar sus objetivos: casarse y tener niños. Yo sigo en mis trece; no quiero ni una cosa ni la otra, mis objetivos son otros, ni mejores, ni peores, sólo distintos. Según ellas, yo no quiero compañía porque tengo mucha "vida interior". ¡Jajaja! ¿Vida interior? Me lo aclaran: me puedo quedar toda una tarde en casa leyendo un libro, a ellas, la casa se les cae encima (por lo visto leer es tener mucha vida interior... no comment). Pues se puede salir a pasear, respondo. ¿Sola? Sí, hija sí sola. Es verdad que si vas con alguien puede ser mucho más ameno y divertido, pero elige bien a quien te acompañe, que si no, el paseo se puede convertir en un verdadero via crucis. Y además, pasear sola centrada en tus pensamientos, te puede aclarar mucho las ideas. Pero volviendo al tema, yo no es que no quiera compañía, la compañía me encanta, pero llega un punto en que me siento con una cadena en el pie, de esas que al final llevan una pesadísima bola, que impide que haga todas las cosas que me apetecen y entonces decido que esa "compañía" ya es una condena... lo sé, no tengo remedio, pero ¿por qué les molesta tanto?

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