martes, 2 de abril de 2013

El sofrito

Decidí traerme una sobrasada de Ibiza y mientras estaba en el aeropuerto con mi madre, esperando cada una embarcar a nuestro correspondiente avión, le comenté que iba a hacer macarrones con sobrasada. Mi madre me contesta que entonces tenía que hacer un sofrito. ¿Un sofrito? Vale. ¿Y cómo se hace? Me lo explicó y el lunes, creyéndome la alumna estrella de Arzac, me puse a ello. Después de cortar la cebolla con los ojos rojos, eso sí, sin llorar que ya no lloro nunca, y siguiendo fielmente las instrucciones de mi madre, no me salió como esperaba. La cebolla, en vez de quedarse blanda, se frió. Según mi madre es porque no puse el fuego lo suficientemente bajo, yo os aseguro que no podía estarlo más. Totalmente frustrada me dije a mí misma que una cebolla no iba a poder conmigo y de pronto, una visión: ¡si lo venden ya hecho! Seré pánfila, pasando este mal rato para nada. ¡Si a mí ni siquiera me gusta cocinar! Así que la próxima vez lo compro en vez de malgastar mi valioso tiempo peleándome con una cebolla.

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