No me gustan las sorpresas. Lo siento pero no me gusta que de pronto alguien cambie de actitud hacia mí sin motivo aparente. Eso me asusta porque no lo entiendo. Y además no me lo creo. No creo que una persona cambie la opinión que tenía sobre mí de la noche a la mañana. Puede que ocurra, como insisten algunos amigos míos, pero a mí me mosquea.
Así que, cuando eso pasa, suelo ponerme a la defensiva porque no creo en la sinceridad de lo que me están contando. Luego, pasan los días y, si esa persona ha insistido un poquito puede que consiga que le dé el beneficio de la duda, pero tiene que currárselo mucho para que realmente me lo crea.
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