No ha sido todo violines, por supuesto, cuando uno se desenamora puede ser muy desagradable y muy triste, pero no traumático. Lloras unos días, lo odias unos cuantos más y, a partir de ahí, la indiferencia y abrir los ojos al resto de los mortales. Con alguno incluso somos amigos, nos llamamos por el cumpleaños, por el santo y Navidad y quizás una llamada esporádica para ver qué tal nos van las cosas.
Esta filosofía mía viene porque me gusta estar sola, organizar mi tiempo a mi manera, no tener que preguntar a nadie si le va bien la cena el viernes o ya teníamos otro plan. Olvidarme de cómo lo vamos a hacer en Navidad para cumplir con todo el mundo. Dejar una fiesta cuando a mí me apetezca. Quedar con quien yo quiera y cuando quiera. Irme de viaje al destino que más me atraiga sin tener que negociarlo. Y miles de razones más. Puede que haya quien le parezca un horror pero yo me he acostumbrado a ello y ahora es difícil que alguien pueda quitarme mi independencia. No digo que mañana no es posible que me enamore locamente y me trague todas estas palabras, pero hoy por hoy estoy encantada así.
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