A veces es por un tema familiar. Como cuando le preguntas a tu novio, que se llama Gumersindo (pero todos lo llaman Gus) porqué sus padres eligieron ese nombre y él te contesta que es un nombre familiar, su padre, su abuelo, su bisabuelo... todos se han llamado así y, añade que si él un día tiene un hijo le pondrá Gumersindo. En ese momento sabes que no será hijo tuyo.
Otras veces es por un planteamiento de vida. Tú, urbanita total, accedes un día a ir de excursión por el campo. Entre flores y pájaritos, él te cuenta que su sueño es tener una granja y que está ahorrando para comprarse una parcela en el medio de la nada para criar vacas y gallinas. Tú, que lo más cerca que quieres estar de cualquiera de esos bichos es la distancia prudencial para ver la tele, te das cuenta que ni tú te vas a ir a vivir al campo ni él va a renunciar a su sueño.
También puede ser un comentario. Has ido al cine y después te deja en casa porque ese día su madre le ha preparado su plato preferido: ¡carne rebozada con pimientos! No es la carne rebozada, no son los pimientos (aunque he de reconocer que no me entusiasman). Es el hecho de que evidentemente este chico tiene una madre a la que no le gustas. Y eso, no va a cambiar.
Hay miles de momentos más, pero no quiero liarme... Lo que está claro, es que digan lo que digan, en realidad sí sabes cuando no es el adecuado.
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