Antes cuando llegabas a Atocha, llegar hasta los taxis eran cinco minutos. Ahora tienes que andar igual o más que en Barajas por cintas transportadoras y encima algunas en pendiente. Como siempre, yo no podía ser discreta, no... tenía que meterme justo en la cinta que no se movía, iba tan ensisismada en empujar la maleta que ni miré la cinta hasta que puse el pie y me di cuenta de que no me llevaba, ni siquiera me había fijado que la cinta estaba desierta mientras que la de al lado iba como las escaleras del Corte Inglés en rebajas. Eso conllevó volver para atrás e intentar meterme entre el resto de pasajeros. Era como intentar entrar en la Castellana un día de partido en el Bernabeu. Otra vez, alguien me cedió el paso (empiezo a creer de nuevo en la raza humana).
Cuando por fin llegué al taxi, me tocó el de la tercera fila, así que tuve que bajar y arrastrar ese "ligerito" peso hasta el coche. Educadamente avisé al taxista de que pesaba, no fuera ser que se rompiera la espalda y tuviera que arrastrar la maleta hasta otro taxi. El muy impertinente, una vez la hubo subido me dijo "¿Y no sería mejor dos maletas?" Yo sólo le contesté "¡No!" Sólo me faltaba eso, tener que hacer el numerito con dos maletas, el bolso, la chaqueta, el móvil que suena.... entonces contestó "Es por mi espalda" ¿Por su espalda? Oye que yo llevo cargándola desde Barcelona y soy la mitad que tú. Eso lo pensé pero me callé e hice ver que no lo oía, no fuera que se enfadara y me dejara tirada con mi maleta en plena Castellana.
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