lunes, 19 de octubre de 2015

Los 40

Sé que he estado bastante ausente pero es que he necesitado todo este tiempo para aceptarlo: he cumplido los 40. Sí, sí, lo sé... no los aparento. ¡Sólo faltaba! (Si no me lo digo yo misma... ) Pero he de reconocer que está siendo bastante duro. Os explico a los que no habéis llegado aún. El día de tu cumpleaños te levantas y piensas: pues oye, no me siento distinta. Esa noche lo celebras y lo que te cuesta reaccionar al día siguiente te devuelve a la cruda realidad. Tu cerebro y tu cuerpo no responden hasta el tercer café y la segunda siesta. Pero sigues siendo optimista porque aun no has perdido esa ingenuidad treintañera y te dices a ti misma: bueno, esto también me pasaba la semana pasada. Y van pasando las semanas y empiezan los síntomas de que inevitablemente tienes cuarenta tacos. Por ejemplo, la vista. El otro día casi demando al oftalmólogo por sugerir que tendría que empezar a buscar unas gafas de vista cansada. Eso es incitar a la depresión a cualquier mujer de mi edad. No me parece muy ético la verdad. Me contuve y le dije simplemente que no creía que las necesitara, que era muy joven. Su respuesta fue: pero es que tienes cuarenta años y a partir de ahora vas notar un bajón significativo. En ese momento ya no quise demandarle, quise estrangularle. Entonces encima, como si no hubiera hecho ya el daño suficiente, me preguntó que por qué no me operaba de la miopía. Me sentí la reencarnación de Rompetechos. Luego recordé que tan cegata no estoy... vamos que si un día no me pongo las lentillas no me doy con las farolas y puedo coger el autobús adecuado. Eso sí, lo de saber quien me saluda al otro lado de la acera conlleva sus dificultades, no lo voy a negar, pero tampoco es para tanto. ¡Qué cruce!

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